28.2.17

CAEN FLORES DE JACARANDAS

Dos adolescentes salen en una moto a hacer lo que hacen todos los días: ir entre los carros somatando vidrios y llenando sus mochilas. O asaltando a peatones que caminan entre distraídos o en calles más o menos solitarias. Aunque últimamente, y a suerte de sentirse inatrapables, lo hacen en calles concurridas.

Otro tipo hace lo mismo que casi todos los días: seguirlos. Según él ha aprendido a identificarlos y ha desarrollado la manía de ir tras ellos con mucha distancia para que no lo descubran. O eso según él. Lo que sí es seguro es que está harto y sospecha de cualquier motorista hasta que la parezca muy evidente lo contrario. Cosa que pocas veces ocurre. Los persigue más bien por costumbre mientras las ganas de hacer algo se le acumulan.

Una mujer se disfraza de payasita y se va a la esquina de siempre a hacer lo que hace todos los días: jugar al malabarista con unas naranjas y a esperar alguna moneda. Siempre se lleva a su hijo más pequeño, alguna vez intentó dejarlo en casa con sus hermanos más grandecitos o con sus vecinos. Pero se percató que esa no era buena idea. Las cuentas al final de los días en los que no la acompañó no eran las mismas que cuando sí.

Al verla tirando las sucias naranjas, a uno de los adolescentes la figura enjuta de la payasita le resulta familiar. Una vecina quizás. La moto llega hasta el semáforo donde ella termina su fugaz y repetitiva función. El adolescente que va de acompañante le entrega una bolsa negra y se van. Apenas se nota pero la payasita sonríe. El niño que tiene prendido a una de las piernas observa. El supuesto identificador de moto ladrones se da cuenta del final de la escena. Ve la bolsa negra cambiando de manos. Toma el carril pegado al arriate y empieza a acelerar. La payasita husmea dentro de la bolsa y llega a pararse al arriate a esperar un nuevo cambio en el semáforo. Se oye un balazo. La payasita se desploma. Se oye otro. El niño sale corriendo hacia el carril contrario. Un carro frena pero no a tiempo y además choca al intentar girar a la derecha. El motorista zigzaguea hacia el carril central y se pierde de vista. También pierde de vista a los moto ladrones. Los carros y motos más cercanos a la escena se detienen. Un par aceleran para alejarse pronto. Unos conductores se bajan y junto a los peatones que cruzaban el paso de cebra hacen una especie de rueda alrededor de la payasita y del muchachito. Toman fotos. Llaman a los bomberos y a la policía. Los bomberos son los primeros en llegar. Suben a la payasita a una ambulancia y se la llevan a un hospital. Otro bombero pone una manta blanca sobre el muchachito y también toma una foto. Llega la policía y éstos llaman a los investigadores que se tardan en llegar. Es que es hora pico y el tráfico está denso.

Las noticias y las fotos empiezan a circular por los chats, muros, tuits y demás. “Moto sicario balea a payasita en Avenida Jacarandas”. “Incidente armado, se reporta fallecido. Cuidado al circular por la Avenida Jacarandas. #TráficoGT”. “Balacera en semáforo de Avenida Jacarandas, busque vías alternas”. Mientras tanto, sospecho que la payasita pasará lo que le queda de vida en un hospital público, y que algunas semanas después morirá por una infección. Y por este año, las jacarandas ya habrán dejado de caer.

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