9.2.12

Me asomo a la estación del bus, mis capacidades ciclísticas no me alcanzan para llegar a mi destino de hoy. Es un mediodía que parece tarde, el cielo gris. Carros pasan y se detienen, gente camina. Semáforos intercambiando colores. A veces pienso que si en las esquinas no existieran esos artefactos, podríamos estar un tanto más atentos y vernos a los ojos, por ejemplo. Pero esas luces nos hipnotizan salvándonos del caos vial. Y condenándonos también. La ciudad marcha sobre sus propias contradicciones de maneras casi autómatas.

Llega el autobus que espero. Siempre es una lotería subirse a un bus. La mejor manera de saber que esta es una ciudad asfixiante, de seres temerosos, tristes y solitarios, es abordando un bus. Uno sube y entonces sí que entre todos nos vemos. Brillan nuestros prejuicios desde el fondo de nuestras pupilas. También brillan nuestros enormes vacios. No quedan lugares disponibles y prefiero evitar las palabras, entre suplicantes las menos y amenazantes las más, que me conminan a que me corra. "Córrase, cooooórrase". 

Y ahi voy, entre sillones repletos, parado casi al final del bus. Veo las cabezas de la mayoría de pasajeros. Ya es época escolar y es mediodía. Tres adolescentes regresan a casa a almorzar, regresan cabeceando. Las clases, sin lugar a dudas deben ser aburridas. ¿Qué aprenden algo? Sí, seguro que sí.

Sé que vienen juntos por la manera en que llevan las manos. En asientos de tres, ellos van en medio y uno tras otro. Excepto el de adelante que va sujetando el pasamanos, el de en medio con una mano le acaricia la cabeza y el de atrás hace exactamente lo mismo. Una orgía de caricias para sobrevivir al tedio y olvidarme de las siluetas del resto de pasajeros. Nada más me importa, nada más me haría sentir un poco menos solo si pudiera sentarme por lo menos en el último lugar aunque no tenga nadie sentado justo detrás mío.

Los árboles pasan veloces y el ruido del motor adormece. El bus, extraña y afortunadamente no lleva música. Asi me puedo imaginar cualquier sinfonía inexistente que empiece en medio de ruidos de motores, bocinazos y que finalice en apenas viento ronroneando. Y en caricias mutuas. El ayudante interrumpe mis cavilaciones, debo pagar el pasaje. Afuera una sorpresiva y leve llovizna empieza a estrellarse contra el ventanal. Pienso en que no traigo suéter y en la siguiente parada debo bajar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¨Estar mas atento y mirarse a los ojos¨, se nos va la vida entre ruidos, indiferencias y silencios que dicen todo... pero en ese ir y venir nunca hay tiempo para mirarnos a los ojos!! si nos tomáramos ese tiempo, muchas heridas nos evitaríamos... y muchas alegrías nos regalaríamos!!

Felicidades por tus lineas muy lindas!! hace mucho no regresaba por los mismos ires y venires ;). Me gusto!!

Anónimo dijo...

Felicidades Engler Garcia.... hace tanto tiempo no saber de ti.... estudiamos en el mismo colegio la carrera diversificada....que bueno saber que todos hemos triunfado de una u otra manera atte. Miriam Acuta

Publicar un comentario