2.3.11

LA TARDE DE UN DIA DURO

Lo dejaron justo en medio de un puente. El pensó que había sido todo. Que ese era el fin. Tenía en la cabeza  dos enormes contusiones y golpes de diferentes dolores en el cuerpo. Insignificantes en ese preciso momento. La mañana había comenzado como todos sus días. Calentar el motor, cargar en la bodega de siempre, firmar documentos. Esas cosas. Todo cambió a mitad de la mañana. Pasó de conductor a estar acuclillado y pisoteado en el piso de la cabina. Atardecía. Se percató de eso hasta que los tipos se perdieron en uno de los extremos del puente. Empezó a caminar. El camión había desaparecido en dirección contraria. Sí, la tarde era hermosa. Se dio cuenta que estaba lejos de casa. Lo mejor era caminar y no esperar a que alguien se detuviera ante su pulgar alzado. Sabía que nadie lo haría. Aunque no perdía nada intentándolo. Estos no son tiempos para dar aventón a solitarios que deambulan a la vera del camino. Cuando finalmente llegó a su casa, era de noche y solo quería descansar. Se dejó caer en el sofá de la sala. Se puso a llorar como un niño. Y nos lo contó. 

2 comentarios:

angel elias dijo...

oiga regrese al clásico blanco y letras negras, es más facil de leer....saludos compa

Myrcrisher dijo...

Ayer en la noche vi a un señor caminando con la cabeza baja y una bolsa de paiz. Quise detenerme para darle jalón y esa fuerza de "los tiempos de hoy" me lo impidió. Somos una tela social que se deshila.

Publicar un comentario