2.4.12

Alegría pasajera

Una chica ríe a carcajadas. Lanza los restos de un elote a unos perros callejeros. El más grande es el primero en llegar a donde ha caído. Lo sujeta con la trompa y corre. Los demás lo siguen y luego hacen círculos alrededor de la adolescente de ropas sucias y pelos alambrados.

A un par de metros, los integrantes de un grupo bajan sus enseres de un viejo camión. Bocinas, micrófonos, consolas. Atriles, instrumentos. Ya tienen un reproductor conectado a las bocinas. Suenan esos himnos y alabanzas a las que calificarlas con adjetivos, es una tarea de más bien de masoquistas.

Tardarán un poco más en descargar y montar todo el equipo para tocar en vivo. Cantarán, llorarán, lamentarán. Pedirán perdón, suplicarán. Y más tarde, como cada domingo en esta esquina del parque central, intentarán vender sus discos.

La pegamentera y sus chuchos en cambio, parecen disfrutar esta mañana soleada. Ríen y saltan. No necesitan nada más que un palo ensartado en el tronco sucio de un elote desgranado. Lanzarlo lejos y traerlo de vuelta.

Me da hambre. Así que entro a comer en el restaurante de la esquina. Cuando me he atorado de tortillas recién cocinadas y frijol refrito, salgo a buscar a la vagabunda y sus perros. Quiero verla y escucharla reír de nuevo. Es que esas formas casi obscenas de alegría dominical son escasas por estas calles. Pero se han largado, la adolescente y sus perros ya no están. En cambio queda el grupo ya completamente instalado y sí, ya están tocando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Viva la vida Tercermundista!

Anónimo dijo...

Eso es exactamente la vida, un conjunto de alegrías pasajeras!! solo espero que así de pasajeras sean las tristezas!!

un saludo, me volví a escapar desde un blog vecino ;)

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