Él siempre me cuenta historias, es muy divertido escucharlo.

Me contó por ejemplo de la vez que trabajó reparando piscinas. O esa era la idea. El trabajo era para una empresa que se dedicaba exactamente a hacer eso. En su primer día lo mandaron a la zona 15, a alguna de las tantas casas de por ahí. Y los dejaron sin nada en las manos más que dos recipientes grandes, con la instrucción de vaciar la piscina para empezar una reparación en el sistema de drenaje. Sin mas indicaciones que esa, empezaron a sacar el agua con los recipientes, llevarlo a la esquina y vaciarlo en el tragante. Cabal, me contestó cuando le pregunté que si la idea era vaciar la piscina a guacalazos. Llevaban medio día en esa tarea cuando decidieron irse al carajo y dejar la piscina con algunos centímetros cúbicos menos de agua. Dice que estaban cansadísimos. Pero que aprendió su lección. Jamás volvería a intentar aprender a reparar piscinas. Probó muchos otros oficios, dice. Pero ese y el de albañil, jura que no lo vuelve a intentar.

Lleva ya varias semanas sin venir al trabajo. Un sábado al estar en su casa se puso a trabajar en lo que también hace acá. Carpintería. Calculó mal lo que tenía que recortar a la madera en una sierra eléctrica y se cortó un par de dedos. Vino el otro día por unos documentos necesarios para que el Seguro Social le cubra sus días sin trabajo. Me mostró la mano. Ahora tiene tres dedos exactamente del mismo tamaño. No pude evitar reírme. Me contó también que necesitaba regresar a trabajar, que eso de estar de baja temporal, le estaba haciendo un tremendo agujero a su economía familiar. Yo lo entiendo. Ojalá regrese pronto para que vuelva a contarme esas historias con las que suele entretenerme.