4.4.09

PLASTICINA NOCTURNA

La tarde se hace tarde cae una luz diurna mientras en la acera una niña juega con una bolsa de agua. Una vaga idea en la cabeza muy parecida al recuerdo de una sonrisa, muy parecida a esos sueños desplazados. Pensando al revés. El semáforo marcando el ritmo de la ciudad, acá todo es un semáforo. Hacer, no hacer, seguir parar, con calma, sin prisa, no pienses, no digas no hables, no sientas. Cruza la calle si es verde, calla mientras no te digan loco ntrario. Resentido, subversivo. Por las avenidas miles de rostros dibujan el cansancio de una secuencia sin sentido de días y horas, tareas y obligaciones. Rostros grises como sombras de sí mismos, arrastrando sus pasos muy a prisa. Sueños criminales al acecho de la luna, temibles espantos llenos de suspiros caminando en reversa y un enorme disco verde tocando la misma sinfonía nocturna de pasos ausentes.

Voy camino a ver una película, voy con el tiempo apretado y la forma en la que vengo en este bus es el mejor ejemplo. Suficiente volumen en mis oídos. Escucho la voz de un tipo sangrando por las cuerdas vocales, terribles arpegios de una guitarra, la luna en pleno horizonte. A veces me pasa que todo se confunde. No logro retener nada, salvo esa escafandra que me arropa todas las noches, navego entonces por mis más oníricos pensamientos y deseos, por mis más descabelladas ilusiones. En mi cabeza sucede que todo alrededor poco importa, no importan las luces verdes, no importan los asesinos de escritorio ni nada. Importan los diamantes de la noche, importa ver detrás de la espalda de ese enorme muro de latidos arrítmicos. Todo es silencio, todo es fiesta, todo es color.

Ella comía detrás del enorme vitral, tenía en la mirada algo que delataba sus pocas ganas de estar allí, cierta desidia, cierta incomodidad. Pero allí estaba rodeada de personas más o menos vestidos igual, saco, camisa bien planchada, corbata y chaleco de lana. Era una enorme rueda de pensamientos iguales y miradas iguales. O eso es lo que parece, a veces las apariencias suelen engañar. Pero solo a veces. Cuando la vio se le arremolinaron las ganas de tocar el vidrio, saltar como loco, llamarla con las manos, con los ojos, con el pensamiento. Pero esto solo sucede en las películas o en los cuentos. Dio exactamente dieciséis pasos al frente, se detuvo y tuvo el impulso de volver sobre sus mismos pasos.

A ella se le iluminaría el rostro, una enorme sonrisa y un leve sonrojo completarían la imagen que guardaba para sí mismo como un invaluable tesoro. Recordé de golpe el montón de secuelas censuradas por la realidad, como ese final de película. El libro donde la conocí, los choques accidentalmente provocados por los pasillos de la Universidad y las interminables charlas en la esquina aquella donde ahora sobre los vitrales hay un par de teléfonos para que llamen los interesados. Y entonces saldría del vitral, de la postal de chicos bien. La rodearía con un enorme abrazo, la palparía con la yema de los dedos, recorrería su rostro de plasticina, mientas ella seguía con su sonrisa de luciérnaga eternamente suspendida en el resplandor de su propia luz.

El pensó que no era posible, que todo ese tiempo lejanamente transcurrido, que todas esas hojas del calendario, que todos esos correos unidireccionales aún pesaban demasiado en la realidad. Las mismas razones que ahora lo llevaron a verla desde la acera, las mismas razones que entendía razonables estaban ahí, sentadas con ella, tomando de su mismo vaso de soda, rodeando su cintura, hablándole al oído. Y entonces ella solo lo vería y con una leve sonrisa tímidamente lo saludaría, con la mano le diría algo así como hola y adiós, qué gusto verte. Y siguió sentada.

Veo mi reloj, ya son casi las siete, la película está a punto de empezar, decido seguir. Paso diecisiete. Atrás la dejo con las ganas de volvérmela a encontrar y entonces tal vez no haya película ni ninguna otra razón que me impida irla a saludar. Además la ciudad no está para mis cuentos.

2 comentarios:

Masy dijo...

No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy...

Engler dijo...

Un dia de estos una persona me dijo que lo que pasaba era que me gustaba lo imposible... la certeza de no saber nunca que pasaria si...

Un poco eso es este intento de cuento, ya sabes como es eso, ficcion casi real. A veces se topa uno con que la realidad es mas contundente, en cambio en la ficcion todo es posible...

Gracias por venir de nuevo.

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