Viernes

Despierto a las cinco de la mañana, voy al sanitario y vuelvo a mis sábanas aún cálidas. La soledad a veces suele ser benévola. Desde mi tibieza intento dormir otra vez. No puedo. Sobre una caja de cartón al pie de mi cama y que hace las veces de mesita de noche hay unos libros. Leo unos poemas y unas páginas de unos libros acerca de un "asesinato político". Ya los había leído pero el morbo de doce años y esas cosas terminan arrastrándolos a mi mesita.

Amanece, el cielo completamente claro. Quería ver algún lenguetazo de nubes en plena metamorfosis camaleónica. Pero nada, ni una sola nube. Voy a la ventana y lo que veo es un cerco de alambres de púas sobre la pared que me separa de alguien en la vecindad. Casi tres meses y no conozco a mis vecinos y creo que así será. Detrás del alambre una antena intentando captar las pulsaciones satelitales del mundo. A veces me parece que todo es poesía y como tal no sirve de mucho en un mundo de claustrofobias y redundancias. Para sobrevivir tal vez pero se me hace demasiado utópico y yo un necio.

Un gato negro atraviesa el tejado. No, no es invento, acepto que lo parece. Pero no. Anoche en las noticias el Servicio Meteorológico estimaba lluvia para este día. Esta mañana, el cielo fiel a su traviesa costumbre de contradecirlos promete un dia de sol ardiente.

Lo que se escucha son ruidos de vehículos acelerando inmediatamente después del verde. Cada ruido es de diferente tamaño, proporcional al tamaño supongo aunque hay algunos vehículos que hacen tal ruido que me da por pensar están a punto de pasar algun umbral. Al final despues de todo, la ciudad es eso. Una intermitente repetición de ruidos.

Una gota de agua se desprende del tejado. Pienso en el cuento de Cortázar. Leyendo y no viendo las gotas soltándose son más bonitas. Me dan ganas de buscar el cuento, pero no. Debo dejar de pensar en literatura, libros e intentos de escribir algo decente. Tengo que lavarme los dientes, planchar mi camisa blanca e ir a trabajar.