16.5.10

Mariachis en una calle enlodada. Entre semana es un ir y venir de gentes, carretas, camiones, viajeros, frutas, verduras y cualquier producto transado en ventas sin pagar impuestos. Restos de veduras aplastadas, frutas podridas y con la piel abierta. Basura con olor a mierda. Humo, ruidos y más humo. Hoy domingo mientras busco una distribuidora de repuestos “biciculares” la calle se asemeja a un anciano abandonado. Todo está cerrado menos el local de la esquina. Van y vienen gentes con ropas delatando sus orígenes caseros y sus divinos destinos de salvación. Mujeres semidesnudas apostabas en las puertas de “hoteles” alineados cual viviendas de palomar sobrepoblado. Mendigos arrastrando hilachas de si mismos, con sudaderos puestos que acentúan la delgadez de sus cuerpos hambrientos y cabellos opacos. Siempre llevan en el puño de la mano un trozo de tela o una botella de alcohol medicinal. Unos seis “ayudantes” acosando a preguntas a una pobre señora cuyo destino podría ser cualquier rincón de este país. La calle luce ancha a pesar de las ventas y covachas improvisadas desde siempre. Cubiertos con enormes plásticos negros. Entre semana los plásticos asemejan una camisa arremangada. Sobre el arriate del boulevard restos de aluminio, cobre, metales, papel. El centro del reciclaje funcionando a las orillas de este lugar siempre a punto del colapso. Recuerdo hace años los esfuerzos municipales por desalojar a los miles y miles que a diario vienen. A vender, a comprar. Siempre he pensado que el humo de una patrulla incendiada los hizo desistir. Si existe un lugar “cosmopolita y representativo” de este país no hay que buscar más. El lodo grisáceo de la calle prevalece. Hace calor, son las once de la mañana. Con ese fondo el blanco del taxi se ve impecable. Tres hombres sentados en el asiento trasero, con cervezas en la mano, camisas arrugadas y abiertas por el pecho. Uno de ellos lleva sombrero. Los músicos y los tres tipos parecen hartos de representar una y otra vez el mismo papel. Rutina sabatina, modorra dominical. Tocan una canción que no conozco. Me gusta el ritmo, el “soundtrack” preciso para una calle en las afueras de la terminal. Sobre todo por las modulaciones en la voz del trío cantor. En los rostros de los músicos puede adivinarse que al terminar la canción y les paguen con billetes de baja denominación terminarán en la cantina de la esquina. Un rótulo en letras rojas y negras pintado a la pared anuncia “BIENVENIDOS AL CIRCULO” Al final de la calle justo a la mitad, como si viniera en una fila invisible de carros sin moverse, está estacionada una camioneta roja que pasa cerca de donde vivo. Vendré otro día a ver si la distribuidora está abierta.

4 comentarios:

Prado dijo...

uno disfruta leyéndote. sos un buen narrador. saludos.

Fabrizio Rivera dijo...

La terminal. Hace tanto que no pasaba por ahí, hasta 42 segundos.

Fabrizio Rivera dijo...

"Hasta hace"

:)

Engler dijo...

eso pensé Fabrizio, o eso completé!

Gracias!

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