17.11.09

Siete de la noche. El bus va lleno, todos los lugares ocupados, seis por fila, ni mas ni menos. En mi reproductor de tercera he cargado hoy toda la discografía que últimamente he bajado de los tigres. Cada canción de ellos me provoca o risas o una admiración por esa forma tan mínima por llamarlo de alguna manera, de contar historias. Aún cuando todas son predecibles algunas no me dejan de parecer geniales. Pero debo admitir que las que me provocan risas son la mayoría y francamente son muy pero muy malas, tan malas que por eso son buenas diría una amiga. Voy pensando en todo eso y sonriendo cada tanto mientras en la pantalla de una línea del reproductor está activado el “RAN”. La lucecita azul se enciende cada tres minutos para ver el nombre y saber cuánto queda de pila.
Kilómetro cuarenta, dirección al occidente del pais. Se pone de pie una pareja con un niño en brazos, el niño sigue con su zapato en la boca como durante todo el camino. A la orilla de la carretera resaltan unos números amarillos sobre un picop pintado de negro, evidentemente se trata de un retén, o registro, o lo que sea. En alguna ley de este país recuerdo haber leído los requisitos mínimos para que un montaje de estos sea legal o talvez fue en un reportaje de esos oportunistas que cada vez que la ocasión lo requiera los periódicos publican. Por lo que recuerdo y por lo que veo, y por lo que presiento esto no está bien. El bus toma su lugar en la orilla, se baja el ayudante, se baja la pareja. El piloto espera con el motor encendido. Todo en calma. La espesa noche se apodera del lugar. Al lado en mi ventanilla pasan rápidos los carros que parecen pasar cada eternidad. Es raro, esta ruta generalmente es más transcurrida pero hoy no. “Agua salada bebiiiii”
Sube un señor con cara de pocos amigos, ropas negras con insignias poco visibles. Ve a todos en el bus como si los escaneara. De pronto parece encontrar algo que no está bien, me señala con la libreta que lleva en la mano y me hace un gesto que parece indicar que me baje, no lo escucho pero entiendo que se refiere a mi. Esa mirada pesada y arrogante no puede estar dirigida a alguien mas que no sea yo. Me quito los audífonos y le pregunto si es a mi a quien se dirige, me dice que si y en el tono de su voz que esta vez sí logro distinguir no me deja dudas. Me bajo murmurando mientras todos en el bus me ven. Intento hacer unas preguntas, todas parecen ir al vacío. Afuera la noche es mas negra aún.
Pregunto que de qué se trata, con palabras bastante inconexas tratan de explicarme. Me piden mi cédula. Vuelvo a preguntar que por qué solamente a mi me bajaron del bus. Responde: “Por la forma en la que va vestido” Pregunto que cómo es eso posible. Entonces siento que algo me golpea la espalda a la altura del hombro izquierdo. Es la mano del policía que ordenó que me bajara del bus, mientras siento el golpe también le oigo preguntarme “¿Cual es su inconformidad?” El policía que tiene mi cedula intenta decir algo acerca de que no tiene varita mágica para saber quién es ladrón y quién no. Yo intento ponerme en calma, el golpe me recordó que son cuatro policías armados, que está demasiado oscuro, que ni siquiera logro leer los nombres en sus uniformes. Además después de la explicación del por qué me bajaron del bus no tiene mucho sentido seguir hablando y hacerles entender algo.
Después del golpe, el policía que me bajó del bus evoca el articulo veinticinco y me dice que debería conocer mejor las leyes de esta país. Me devuelven mi cédula y me ordenan que me vaya. Subo de nuevo al bus y esta vez las miradas de las gentes que han permanecido en completo silencio son mas inquisitivas. La carga de mi reproductor de tercera se ha terminado. Ya tratando de tomármelo con humor y pensando mucho mejor las cosas, me doy cuenta que ni siquiera tengo celular para haber hecho una llamada si todo se hubiera complicado y trato de explicarme el por qué me bajaron. ¿Habrá sido por mi ropa negra? ¿Mi cabello largo? o simplemente ¿Soy muy feo? A los que les he contado esta historia piensan contundentemente que se debe a mi pelo más largo que lo "normal" No lo sé. Guatemala, tercer mundo. Dice Javier que la violencia es una vía. Y le creo. Una vía para mantenernos con miedo y en silencio.

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