20.4.10

Yo estaba sentado sobre mis pies observando de lejos el edificio donde pasé algunos años de mi niñez y de mi adolescencia. Me animé a entrar al enorme lugar rodeado de árboles. Casi con miedo, con esa sensación de estar traspasando un lugar privado, prohibido. Arrebatado. Ese lugar me pertenece, aunque ahora que vuelvo es una especie de "no lugar" Intento comprender a Marc Augé y la "significación" de ese término.
A mi lado izquierdo recuerdo que habían unos locales donde funcionaban unos talleres. Yo hacía como que aprendía carpintería, básicamente a lijar. O a soldar, básicamente a barrer. En mi sueño de anoche solo enormes locales vacíos.
Vuelvo la vista al edificio de dos niveles donde crecí. En el primero, la cocina, el comedor, la sala, el estudio y algunas oficinas. En el segundo, diez habitaciones. El edificio construido de ladrillos y balcones blancos, jardinera en medio del balcón que desde afuera parecía uno. Desde adentro eran dos, uno por cada habitación. Grandes ventanas y unos enormes árboles de eucalipto. Por el otro lado una hilera de cipreses cercando un espacio donde intentábamos cultivar algunas verduras. Yo prefería las manzanas que daban sombra a nuestros "tablones" de zanahoria y cebollas, de repollo y lechugas. Un campo de fútbol y una cancha de basquet. Algunas tardes interminables juegos de "parejitas" o "chamuscas" a lo ancho de la cancha. O un "veintiuno" rebotando en el concreto. Lo que era.
En mi sueño de anoche el edificio de mi niñez parecía "alterado" Tenía una enorme cúpula de vidrio y una construcción que la "integraba" con una nueva construcción también de vidrio. Parecía que el edificio de mis recuerdos era lentamente engullido por el nuevo. Ajeno a mis sentimientos y recuerdos. Me senté sobre mis pies a observar e intentar memorizar el nuevo paisaje. Me invadió una mezcla de recuerdo y rechazo. De nostalgia.
Unos niños empezaron a salir del edificio. Unos niños con mochilas al hombro y suéteres amarrados a la cintura. Unos niños con loncheras en las manos. No, no éramos nosotros. Estos niños iban saliendo del colegio que funciona ahora en el lugar. Nosotros en cambio llegábamos a este lugar después del colegio. Es decir, vivimos acá. Los niños inevitablemente tienen que pasar a mi lado. Estoy muy cerca de la salida para ellos, de la entrada para mi memoria. Me hablan, me sonríen, me alegran. Uno de ellos me pregunta que por qué miro de esa manera el edificio. Otro que parece haber penetrado en mi memoria aclara, "es que él vivió aquí" El otro, el de la pregunta inicial frunce la frente y me vuelve a preguntar lo mismo. ¿Por qué estas viendo así?
Me despierto. Son las siete de la mañana, debo bañarme, comer algo y salir a trabajar. Tal vez cuando vuelva por la noche a mis sueños me encuentre de nuevo al niño y le diga algo tan trillado como "Cuando seas grande lo entenderás"

2 comentarios:

Betsy Ovando dijo...

Por más que uno crezca o pasen los años, no llega a entenderlo nunca...

Engler dijo...

Hola Betsy! Ese día intenté volver a mis sueños, imposible fué... así que el niño se quedará con la pregunta atragantada en la garganta cuando de grande vea lo que la memoria, los sueños y el paso de los años hacen con uno...

Un abrazo inmenso para vos!

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